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Territorio en disputa

La palabra “territorio” viene del latín “territorium”, palabra que de un lado está etimológicamente vinculada a “territor”, que significa “quién posee la tierra” y del otro está vinculada a “terrorem”, terror. En las ciencias sociales, el territorio ha sido ubicado como la parte del espacio que pertenece a un estado: literalmente en donde se extiende el terror, el poder, la autoridad o la jurisdicción que ejercen. Esta etimología se deriva del “Corpus Juris Civilis” de Justiniano, primer código de derecho civil del mundo occidental: aquí el territorio es la extensión que recae bajo la jurisdicción del magistrado y está definido por el acto de decir justicia, ejercer el poder. “El territorio entonces es el ámbito definido por el ejercicio del poder político, o sea la producción del miedo: una noción que no tiene nada de natural, sino es totalmente política” (Farinelli, 2008: 29).

Es necesario someter a las mujeres para controlar sus cuerpos y su sexualidad para reproducir el sistema bélico-extractivo capitalista (Mies, 1986) (Federici, 2014) (Hernández Castillo, 2010) (Cacho Niño, 2015) (Fulchiron, 2016). Este mismo mecanismo es el que funda el moderno concepto de propiedad-privada desde el cual se construye la libertad del individuo moderno occidental. Las fronteras del cuerpo de las mujeres, al ser identificadas con su sexualidad, con su útero, hospedan el germen de la libertad de las sociedades modernas.

El territorio es un concepto relacional, jurídico-geográfico que ha sido identificado con la propiedad en la ciencia política moderna, mientras que “en casi todas las sociedades indígenas el territorio ha sido y es el principal medio de reproducción de la vida” (Tzul Tzul, 2016: 172). La propiedad, de hecho, es lo que define la identidad política, una identidad que se afirma y reafirma a través del ejercicio de poder sobre los cuerpos femeninos, cuerpos-útero para la reproducción sistémica o cuerpo-superficie-mapa para comunicar entre pares. Por eso, más que como identidad, es necesario abordar al territorio como una relación social, visibilizar los extremos de la relación y entender el posicionamiento en las jerarquías de poder.

Las fronteras del cuerpo de la mujer, de la finitud del útero se han expandido y desplazado hasta las nacionales e internacionales. La violencia desde la experiencia femenina, la violencia ‘íntima y privada’ del ‘crimen pasional’ asume las características de la guerra y viceversa: la violencia asume las características de la violencia sexual, se sexualiza, en una práctica criminal que involucra distintos actores y aniquila socialmente, busca crear condiciones para una muerte en vida, busca el exterminio comunitario, el aniquilamiento territorial y comunitario. La centralidad del pensar en términos de cuerpo-territorio se afirma también en el sentido en que el territorio asume características del cuerpo femenino, es feminizado en el momento de la conquista, la ocupación, el despojo, la funcionalización.

Extraído de "Del cuerpo en el territorio al cuerpo-territorio: Elementos para una genealogía feminista latinoamericana de la crítica a la violencia"

Giulia Marchese

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