Polaroid II, catálogo para un archivo de ficciones
Las fotografías nunca son evidencia de la historia: ellas mismas son la historia[1]
En una segunda versión de la narrativa Polaroid, el artista Bernardo Puente presenta una obra de fotografías alineadas y encajonadas que pretende dialogar no sólo en torno al sujeto/tiempo estudiado Stroessner/el stronismo[2] sino al desafío que representan los acervos, los repositorios, el habeas data para el resguardo de la memoria y la reconstrucción del pasado de una sociedad.
Bajo la forma ordenada, en fila, disciplinada que Puente ha acomodado cada uno de los documentos, yace una pregunta profunda que el artista pretende hincar -sin disimulo- en quien acepta la interlocución ¿son los archivos un reflejo de la sociedad que los ha producido?
Saturaciones forzadas y el olvido representado en las oscuridades
Puente ha conseguido en alguna de las ferias de pulgas asuncenas, un retrato en primerísimo plano del General Alfredo Stroessner. En plástico barato, el idealizado retrato-fetiche, con su claro propósito político pretende llegar masiva y coercitivamente a cada espacio público e invadir íntima y santificadamente el doméstico. El régimen opera y explota el discurso imaginario del poder y la atemporalidad del sujeto fotografiado (tomada en los años 50, tenía plena vigencia de circulación aún a fines de los 80) y es esa misma, la estrategia con la que responde el artista, pero con una finalidad contraria. Puente cruza simbólicamente esta representación: manipula, miente e interviene, buscando llevar las narrativas de la historia y la simbología del poder a un grado evidente de tensión, inestable y conflictivo.
Repetitivo, el artista emplea una performance discursiva: imagen re-fotografiada, duplicada, reimpresa, para discutir las complejidades de la construcción del relato histórico y enfrentar los mitos y realidades del régimen autoritario. Tras unas ventanas que juegan a ser, entre otras cosas, un país enjaulado, la luz y las sombras transcurren en un tiempo/reloj (que tiene inicio, pero no fin) de presencias honestas y oscuridades vigentemente perturbadoras.
Metáfora y herencia; desmemoria y heridas rivalizan en una pulseada. Stroessner no existe, pero está.
Sobre el impacto de la imagen en la imaginación histórica
Polaroid II se presenta además en otra dirección. Quienes nos dedicamos a las ciencias históricas, otorgamos -en general- un papel central al archivo documental; al oficio, al documento escrito; al dato económico y político, haciendo que las imágenes (grabados, pinturas, fotografías, etc.) tengan un papel simplemente acomodaticio al texto. Tal como señala Peter Burke en The Uses of Images as Historical Evidence, el papel ilustrativo de la imagen hace que, en una inmensa mayoría de las veces, la misma se reproduzca en un libro de análisis histórico sin comentarios.
Bernardo Puente intenta introducir también la problemática sobre el poder narrativo de la imagen en la interpretación y discurso histórico. A diferencia de historiadores, claramente, las polaroid utilizan el arte contemporáneo. Enmarcadas en un cajuela-gabinete-archivero, lo hacen como si fuera un repositorio que espera, atento, ser acervo y archivo., testigo ocular de una ficción violenta y verdaderamente inventada.
Ana Barreto Valinotti
Asunción, Octubre 2020.
[1] Jonh Tagg en The Burden of Representation: Essays on Photographies and Histories (University of Massachusetts Press, 1993)
[2] Régimen político de carácter autoritario que gobernó el Paraguay entre 1954 y 1989.
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